ANALISIS: Disintegration PS4 XBO

Marcus Lehtoes el co-creador de la franquicia Halo y cuenta con la presión de tener un foco de luz bajo su espalda. Cuando anunció que estaba desarrollando su primer título y que sería un shooter todo el mundo se alegró muchísimo. Marcus fundó V1 Interactive en compañía de solo dos personas. Poco a poco el equipo ha ido creciendo hasta los 30 desarrolladores de todas las edades que lo forman hoy. Con la ilusión de un niño pequeño presentan su primer título: Disintegration.

Hay que darle las gracias a Disintegration por tener el valor de atreverse a innovar con una mezcla de género nada habitual. Hemos dicho que es un shooter en primera persona pero también se atreve con la estrategia en tiempo real. Y la verdad es que le sienta de maravilla. Es evidente que la industria tiene cierto nivel de desgaste por eso hay que darle especial importancia a estas propuestas que independientemente de que funcionen son un soplo de aire fresco.

La historia del juego nos pone en la piel de Romer Shoal, un antiguo piloto de graviciclos (motos voladoras) al mando de un pequeño grupo de resistencia que aún se aferra a los vagos recuerdos de sus yos humanos. Y es que los humanos pueden transplantar su cerebro a un robot para dejar de ser carne y hueso. Estos transplantados han terminado cazando a los humanos que se niegan al progreso y han creado una especia de Resistencia.

Con las fuerzas dominantes de los Rayonne volcadas en eliminar los últimos vestigios de la sociedad humana, de Romer y de su equipo de forajidos depende contratacar y reiniciar a la humanidad. Podremos pilotar una variedad de graviciclos armados y comandar un equipo desplegado usando distintas habilidades únicas y dominando el arsenal personal para controlar la batalla.

El planteamiento del juego es controlar en primera persona a nuestro personaje mientras disparamos a todo lo que se mueve y repelemos hordas. La gracia es que estaremos acompañados de unidades terrestres a las que podremos dar diversas órdenes. No vale pasar de ellos porque si queremos completar con éxito la campaña tendremos que centrarnos en trazar planes y confiar en sus habilidades. Por ejemplo podemos indicarles el lugar donde ir, que ataquen a objetivos fijados previamente, que utilicen todas las ventajas del escenario o sus habilidades especiales.

Sobre el papel debería funcionar pero a la hora de la verdad se echan de menos más herramientas para dar más ordenes concretas. Se nota que los desarrolladores han intentado mantener el jugador en tensión en todo momento con objetivos como proteger un vehículo o salvar civiles pero la IA consigue que a veces te tires de los pelos. A veces hace lo que le da la gana y la experiencia termina siendo algo caótica e insatisfactoria

El desarrollo de los niveles es bastante pasillero (ojo, no es algo malo). Por suerte de vez en cuando nos sorprende con jefes finales que nos hacen pensar un poco para poder derrotarlos. La duración de la campaña va desde las 5 a las 10 horas dependiendo de la dificultad elegida. Desde aquí os recomiendo empezar directamente por el segundo el tercer nivel de dificultad si estás acostumbrados a juegos del género. Algo importante a añadir. El juego nos lelga con textos en ingles con subtítulos en español.

*Todavía no hemos podido probarlo a fondo y actualizaremos el análisis en cuanto le hayamos dedicado unas cuantas horas.

Disintegration es un juego con un planteamiento original que hace muchas cosas bien y quiere sobresalir en muchos aspectos tanto que se olvida de dar la talla en otros. Eso lo convierte en un producto irregular. Sigo pensando que es un buen juego que si se hubese centrado en mejorar la IA y las mecánicas del single player que acaban siendo monótonas habría estado entre los mejores juegos del año. En su lugar se queda como un shooter al que merece la pena jugar si eres fan del género y quieres probar este mezcla tan loca con el género de la estrategia. Estamos seguros que el multijugador es divertido y alarga la vida del juego. Espero que la comunidad responda como se merece, con interés y curiosidad por algo con soplos de aire nuevo. Hace bastante falta.