Pero no todo son rosas y power points de cascadas y gatitos. La comunidad competitiva han caído en una espiral de decadencia. Primeramente, ya no se busca la pura diversión, el objetivo se ha convertido en ganar, a cualquier precio, de cualquier modo. Antes de llegar el competitivo, la diversión primaba sobre la victoria o la derrota. Atrás han quedado las tardes en el parque o los recreos donde nos juntábamos los amigos para echar unas partidas, sin importar quién ganaba o perdía (la derrota resquemaba, pero la aceptabas y esperabas la próxima ocasión. Esto puede observarse en las estrategias y Pokémon empleados, donde ambos se repiten hasta la saciedad. Recuerdo la final de la Maters Division de 2013, en la que el italiano Arash Ommati se impuso sobre el japonés Ryosuke Kosuge, con bastante aburrimiento. Esto se agranda con la obsesión generalizada por los Evs y la búsqueda del espécimen perfecto para combatir.
En segundo lugar, tenemos el lío que se suele producir con cada nueva remesa de criaturas, que siempre viene acompañada con cambios en los "tiers": Pokémon antes considerados UU, pasan a ser OU y viceversa (Para quien desconozca el significado de estos términos, en la red hay muchas páginas que lo explican, pero no quiero publicitar a ninguna). La mega-evolución es un añadido también por dos Pokémon en particular, Salamence y Metagross (y este punto es incluso más subjetivo que el resto del artículo), los más jóvenes no sabréis de que hablo, pero en el modo competitivo de la tercera generación, estos dos poblaban los equipos de casi todo el mundo (incluso yo llegué a tener ambos, aunque rara vez les daba uso) y, desde la más profunda sinceridad, es la única parte de aquella época a la que no me gustaría volver.