Hoy os traemos otro ejemplo para pensar que los videojuegos son algo más que un hobby. Dereck Buck es un escritor que ha publicado una entrada en GamesRadar explicando cómo The Legend of Zelda Breath of The Wild evitó que se suicidara ayudándole a superar una depresión. Leedlo porque merece mucho la pena:
No puedo decir que la depresión sea la cosa más aterradora que he experimentado porque no puedo compararla con ninguna otra experiencia. Es una lucha diaria con dolor y ansiedad que parece que nunca ganas y consume todo. Trabajos, relaciones, amigos, sueños: es como un agujero negro que absorbe todas las cosas que significan algo para ti y las separa a nivel molecular.
Cuando estás deprimido, el mundo que te rodea se tensa y se contrae hasta que te sientes como si estuvieras encerrado en un armario con una luz que te quema. Aunque sepas qué cosas te rodean, no puedes ver esas cosas de la manera en que solías hacerlo. No puedes ver nada de la forma en que solías hacerlo, y el mundo se convierte en un lugar oscuro y sofocante.
Pero Hyrule es todo lo contrario. En Hyrule, la luz es tan brillante que parece venir de todas partes, disparando como rayos de cada brizna de hierba. En Hyrule, siempre estuve al borde de algo nuevo, una promesa de descubrimiento que liberó mi espíritu del ancla de dos toneladas de mis propios pensamientos. En Hyrule, aunque solo sea por unas horas, pude respirar. Breath of the Wild se había vuelto muy importante para mí, y no tenía nada que ver con la jugabilidad o los gráficos, ni con ninguna de las cosas con la que a los críticos les gusta babear. Hyrule se había convertido en mi escape. Me proporcionó un santuario de mí mismo, permitiéndome interrumpir el dolor y la ansiedad con comodidad y paz; la desesperanza y la derrota con coraje y optimismo. Y cuanto más tiempo pasé allí, más terapéutico se volvió. Cuanto más conocía a Hyrule, más me tenía que enseñar.
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