Introducción
Muy buenas tenga quién esté leyendo esto. Vista la acogida que tiene esta serie, intentaré hacer ella algo más o menos regular, depende de la vida que me dejen los estudios. Además, quiero agradecer a todos aquellos que se pasan simplemente a leer y a quienes se animan a comentar, ya que leo absolutamente todos los comentarios y los tengo en cuenta a la hora de redactar. Muchísimas gracias por el apoyo, y, tal y como he dicho en el pasado, si alguien tiene alguna sugerencia que la deje en comentarios. Ahora, pasemos al tema del artículo.
Las batallas aéreas en los medios son representadas por lo general como eventos trepidantes, llenos de acción en los que los aviones realizan toda clase de piruetas y cabriolas mientras las balas silban a su alrededor o volando raso en agitadas persecuciones entre edificios. Los combates entre cazas de casi todos los títulos suelen parecer sacados de alguna película hollywoodiense mientras se desempeña un papel crucial en la aventura, ya sea proporcionar apoyo aéreo, romper algún cerco enemigo, algún sacrificio heroico... no obstante hay una secuencia que no tiene tanto protagonismo. Para esta historia, voy a partir de una misión del último título de Call of Duty, franquicia con una cantidad de pifias y aciertos de proporciones bíblicas.
La cuestión es la siguiente: durante la batalla de las Ardenas, se da una secuencia en la que se maneja un caza P-47 aliado. El pelotón protagonista pide apoyo aéreo y la aviación se dirigirá a echar una mano en cuanto su propia misión haya finalizado. Esta consiste en proteger a un escuadrón de bombarderos pesados, unos gigantescos B-17 Flying Fortress que se dirigen a bombardear su objetivo. Como no podía ser de otra manera, los interceptores de la Luftwaffe atacan la formación, y mientras se derriba a los atacantes, algunos bombarderos caen mientras se oyen gritos por la radio de partes de aviones que son destrozadas o de como no pueden perderse más aviones. La historia de hoy sigue a uno de estos gigantes voladores.
Fuego desde el cielo
Los bombardeos estratégicos se llevaban usando a lo largo de todo el conflicto. Desde que el tercer Reich invadió Polonia y la Luftwaffe apoyó a la Wehrmatch atacando puntos de interés como vías de ferrocarril, carreteras particularmente importantes, puertos, aeródromos e instalaciones militares. No obstante, conforme avanzaba el conflicto estos bombardeos se recrudecieron cada vez más y más, atacando ya no solo objetivos militares, si no también ciudades y otros objetivos civiles. Esto adquirió notoriedad después de que Hermann Göring, cabeza de la Luftwaffe, ordenase ataca ciudades británicas durante la batalla de Inglaterra. Como no podía ser de otra forma, el Reino Unido contestó con sus propios ataques aéreos, descendiendo en una espiral de destrucción en la cual los ataques iban volviéndose más destructivos e indiscriminados, hasta que el ataque a núcleos de población civil acaparó un peso importante.
Es importante decir que el resultado de estos bombardeos es muy variable, dependiendo la destrucción de la cantidad de aviones desplegada, de su duración y de su intensidad, pero todos buscaban intentar asestar el golpe de gracia al enemigo, rompiendo su moral y forzándolo a rendirse. Como era de esperar dicho objetivo no se logró.
En 1942 llegaron los primeros escuadrones estadounidenses a Gran Bretaña, quienes empezaron a sobrevolar la Francia ocupada. Estas fortalezas volantes utilizaban enormes bombas incendiarias, particularmente eficaces en su labor y con un modus operandi diferente a los británicos, quienes utilizaban municiones más pequeñas. Estas primeras incursiones también se realizaban sin escolta alguna por parte de los aliados, lo que convertía a los bombarderos en blancos fáciles para los alemanes, causando varias bajas en cada incursión. Esto duró hasta 1944, cuando llegaron los P-51 Mustang estadounidenses para proteger a los bombarderos.
Honor entre caballeros
En una de estas incursiones, el 20 de diciembre de 1943, participó en bombardero B-17 Ye Olde Pub. Este bombardero, que volvía de bombardear Bremen, había quedado bastante tocado en el proceso. De toda su tripulación, seis de ellos estaban heridos y el artillero de cola estaba muerto, haciendo que el aparato se quedase cada vez más y más rezagado mientras intentaba mantenerse en vuelo para llegar a suelo amigo. El fuselaje estaba hecho pedazos, la metralla antiaérea estaba por doquier, el plexiglas de la cabina estaba roto y uno de los motores había dejado de funcionar. Para colmo, el piloto estaba herido y quedó en manos de los tres tripulantes sanos el llevar el aparato hasta Inglaterra, haciendo lo posible por mantener el renqueante avión lo más estable posible. La tripulación a su vez trataba de asumir que era muy posible que nunca volviesen a casa.
La aparición de un solitario caza alemán no hizo más que aumentar el terror de la tripulación, habiendo sido detectados sobre suelo alemán. No obstante el caza germano no abría fuego mientras se acercaba al maltrecho bombardero que trataba de mantener como podía las distancias. Pero nada más lejos de lo esperado el alemán no atacó, y después de verse las caras con los asustados tripulantes no cambió de idea. El germano tomó una decisión, situándose muy cerca del bombardero, asegurándose de que las baterías antiaéreas no lo atacarían, y lo escoltó de vuelta a la costa. Una vez fuera de peligro, el alemán saludo brevemente a los estadounidenses y dio media vuelta, volviendo a su base, donde contó que el bombardero había caído en el mar. Por su parte los atónitos tripulantes recibieron la prohibición de contar semejante historia, ya que no ayudaría al esfuerzo de propaganda aliado propagar un acto de humanidad por parte de un avión con una esvástica en la cola.
No obstante la historia no acabaría ahí, ya que uno de aquellos tripulantes, Charlie Brown, no lo olvidó. Tuvieron que pasar 40 años hasta que Brown contactó con su salvador. Tras toda una vida vivida, se le pidió que hablase en un reunión de veteranos en 1986, donde finalmente salió a relucir semejante ocurrencia. Tras aquello, Brown se propuso encontrar a aquel alemán, pero tras cuatro años de investigación en los archivos de los archivos de las fuerzas armadas estadounidenses y la fuerza aérea de Alemania Occidental, acabó con mas bien poco. Fue entonces cuando envió su historia en un circular a una asociación de pilotos veteranos, y para su sorpresa a los pocos meses recibió una respuesta. Era una carta de un alemán que vivía en Canadá, en la cual decía "fui yo". Cuando por fin hablaron por teléfono Franz Stigler describió su propio caza, la escolta al gigante herido y la despedida, confirmando a Brown que efectivamente aquel era el alemán de aquel día.
Charlie Brown y Franz Stigler se encontraron en persona en 1990, donde Stigler dió a Brown su versión de los hechos. A Franz le faltaba conseguir una única baja para ser recompensado con la Cruz de Caballero, una medalla de enorme renonbre entre los germanos, pero al encontrarse en aquella situación fue incapaz de disparar. Su mentor, Gustav Roedel, había advertido a sus pilotos "si alguna vez os veo disparar a un hombre en paracaídas u oigo a alguien decir que lo habéis hecho, os mataré yo mismo". Stigler había servido con Roedel en Europa y el norte de África, quién había grabado a fuego en sus pilotos la noción de que para sobrevivir moralmente a una guerra se debía combatir con honor y humanidad. Con todo aquello en mente, Stigler confesó que al ver el estado de bombardero recordó aquellas palabras y consideró que atacar aquel avión habría sido como disparar a un hombre en paracaídas; además también recordó a su hermano muerto en combate, quién había sido piloto de caza nocturno. De hecho Stigler había tratado de desviar el avión enemigo a Suecia, país neutral, donde podrían ponerse a salvo y, con tiempo, volver con los suyos. Pero al ver que los estadounidenses no lo entendían decidió escoltarlos arriesgando su propia vida.
Desde 1990 a 2008, Brown Y Stigler fueron grandes amigos, considerándose hermanos el uno del otro hasta que ambos fallecieron el mismo año con escasos meses de diferencia.
Reflejos
El último apartado es la pregunta de siempre. ¿Cómo se refleja esto? y la respuesta es, tristemente, la misma de siempre. No lo hace. Si bien es una historia algo más conocida y tratada en algunos libros, ni la historia ni los valores que demuestra han sido reflejados aún en los videojuegos (o muchos otros medios). Y es una auténtica lástima que un evento que muestra que incluso en las peores situaciones el ser humano puede dar lo mejor de sí sea ignorado por multitud de razones, ya sea porque no encaja con la narrativa, porque sería algo incómodo o porque simplemente no se le quiere hacer hueco donde podría hacérselo, dejando historias semejantes a un lado en pos del muy trillado mata-mata o de la machacadísima y quemadísima historia de siempre de buenos y malos, en lugar de tratar de contar algo que demuestre que los protagonistas no son sólo buenos o malos dependiendo de la acepción que se le quiera dar. Las grandes producciones que se acuerdan de cosas como esta lo hacen muy brevemente, poniendo de ejemplo el prólogo de Battlefield 1, o se deja en manos de títulos como Valiant Hearts: The Great War, recordando que ambos bandos son personas, cada una con sus ideas y convicciones, y que al final quizá no disten mucho de entre sí, dando lugar a actos así a lo largo y ancho del globo.
Pero eso es otra historia.
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